No cabe dudas que este vendedor se esmera notoriamente por atraer a la clientela de una forma muy creativa y original.
Se trata de un joven ruso que tiene un puesto de algodones de azúcar y que baila al ritmo de Michael Jackson al mismo tiempo que prepara la dulce golosina.
Lo más increíble es que mientras realiza la espectacular coreografía, el algodón parece danzar también en el aire, a medida que se enrolla formando la gran bola.
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